I.
Y así caminando en la montaña
encontré un grillo que solía buscar el verde yo le comentaba del
violeta profundo que de vez en cuando desayunaba usualmente
acompañado de negro y adornado con tonos pequeños de azul...
II.
El grillo tomo mi mano y me enseñaba a
dar pasitos pequeños, cautos pero nunca silenciosos, de pisada
fuerte, dejando huella me explicaba de los zurcos y de las arrugas
que la tierra tiene cuando ha dejado de llover, de lo triste que
huele el maíz y de los hombres...
III.
El violeta que desayunaba era un vicio
hacia muchos años que intente dejarlo, pero me resultaba imposible
dejar ese sabor de lado, su textura amarga hacia que mis mañanas
cobraran sentido...
IV.
Los hombres han cambiado decía el
grillo, hubo una vez en que eran azules hoy mas parecen grises sin
rastro de sombra, mas parece que cargan una lapida que los
empequeñece...
V.
¡La mañana!
¡Mis colores!
La lapida decorada de cosas sin
significado destruye sueños y remienda miedos...
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