El aire se llena de incienso y a lo lejos las hojas del cempasúchil se arremolinan, los pasos silenciosos de los que partieron dejando huellas de vida.
Las memorias de los muertos
cobran vida en las ofrendas de sal, agua, incienso. Su imagen se regocija
alrededor de las mesas de los vivos, regresan a vernos y hacernos sentir un
poquito menos solos.
El ambiente se huele de
nostalgia, mientras que las veladoras nos alumbran la conciencia, los pabilos
bailarines nos anuncian cual campanadas que han llegado los abuelos. En mi casa
se arremolinan las tradiciones, la huasteca con sabor a zacahuil y la otomí con
sabor a mole y tamales de haba, aguardiente y un poquito de pulque para honrar
a mis abuelos, el tabaco de la Tía María.
De las almas recordamos el abrazo
de cuando vivos, cada año perdemos, cada año ganamos o abonamos o, o, o…
Ojalá la muerte no nos agarre
descobijados de memoria, ojalá nos llegue bailando, gozándola para no tener la
angustia de no haber sido feliz, ojalá que nos llegue riendo, ojalá nos avise
para aprender a vivir con ganas. Ojalá las raíces no se evaporen entre
inoportunas conquistas, ojalá que haya más ojalas.
Esperanzada mente.
Jiz
P.D. Nadxielli mi bien, tu luz
está en casa.
1 comentario:
Muy bello
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