Estaba muy nerviosa, sudaba como pocas veces, de la espalda corría
el agua, llegaba la humedad hasta las nalgas. Las manos me temblaban, y no era
para menos. La cita era clara: follar hasta el cansancio.
Busqué el atuendo adecuado, transparencias pensé, medias y
solo eso.
Al llegar la tarde lo encontré, ojos profundos y barbado. Debo
confesar que me gustan esos hombres de ideas claras e imaginación desenfrenada,
me inquietan la mente y la entrepierna.
Nos vimos y nos besamos, me tomo de la mano y fuimos al
hotel.
Me beso despacito, su lengua recorriendo mi boca, llego al
cuello, me tumbo en la cama y desnudo rápidamente, de esas urgencias monstruosas
por apagar la sed. Lamio todo… me abrió cual si fuera un libro, recorrió hoja
por hoja, restregaba su barba y la humedad no paraba, solo escuchaba gemidos, hasta
que ya no pude más. Le pedía subirse, recargar su peso completo, exigía su fuerza,
mientras sus uñas rasguñaban mi espalda deje de pensar y llego la explosión.
Tumbados en la cama nos quedamos, tomando aire seguíamos besándonos,
sus manos seguían jugando conmigo, me deje llevar.
Estuve flotando un largo rato hasta que me derrumbe de
cansancio… y sin embargo pediría más.
¿A que huele un hombre?
Ahí en ese instante a placer. Aun traigo su aroma en mi
nariz.
Placenteramente Giselle
Fotografia: Juan Jose García.
1 comentario:
Siempre un placer leerle, que digo placer... ¡Es un orgasmo leer sus siempre inquietantes obras!
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