Cuando niños solíamos ver como la abuela se preparaba para esperar la llegada de los difuntos, compraba una gran variedad de chiles mismos que desvenaba y secaba al sol con una paciencia impresionante, ya luego llevaba a moler los chiles y nos preparábamos para la cocinada. En una olla de barro enorme, ponía a freír con manteca ajos, cebollas, clavo, pimienta, comino y tortillas, ya luego en el metate molía despacio las especias hasta que quedara una masita misma que sofreía con el polvo fino de los chiles, caldo de pollo y chocolate hervían hasta que veíamos el mole terminado.
Nos reuníamos a comer, cinco
familias con críos incluidos, un relajo de ruido en el patio de la casa, 14
nietos en total. Nos mandaban al deportivo, los más grandes cuidaban de los que
éramos más pequeños mientras que jugábamos carreras interminables en circuitos
que la prima mayor creaba para mantenernos tranquilos, al regreso las mesas de
grandes y pequeños se volvían enormes y la sonrisa de la abuela era inmensa.
Ya un día crecimos, los mayores
dejaron de asistir y la convivencia se volvió lejana. La muerte nos asiste de
vez en cuando, y nos pone en caminos aún más distantes, mi abuela partió hace
15 años, hace un año mi Tía la mayor, apenas un primo. Los secretos de familia perpetúan
silencios que deberían ser risas o lágrimas. Imagino a mi abuela abrazando a su
Chatis, y a Chatis abrazando a su hijo. Espero, que nos sigan ahí mirando a la
lejanía.
Mis Tíos sonrieron al ver los
tamales y me pidieron cuidar de mi mamá, de papá y de mi crio.
Revise mi reloj, el frio era
mucho, el velo entre las dimensiones se hizo delgadito, podemos ver y sentir
que la tierra de los vivos es menos ruda cuando lo eterno de las almas llegan a
vernos.
Xantolo, 2023.
Nimitswika panoyolo.
Mitztemoa noyollo.
Gis.
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