A veces las cosas que
imaginábamos de niños se vuelven pesadillas, de esas que son así como
culerillas, demasiado real, demasiado crudo, así como es la vida pues.
Me quedo un aroma a hombre en mi piel,
bien impregnado, es un hombre de esos de mirada profunda, ojos forrados de
pestañas largas y una historia digna para ser oída más de una vez,
preferentemente al oído
La primera vez que le vi me gusto
su forma, desfachatado, así valiendo madre, modo mamon activado, (rinnnnn mi
alarma del gusto se activó). Platicamos y luego de un par de días terminamos
encamados, no estuvo mal, pensé, un poco apresurado el asunto, pero sabroso.
Los placeres son cosas que
debemos limitar, no al extremo, solo comerlos como delicados bocadillos que
necesitamos no se terminen tan rápido. Así pues, el sexo. Eso pensaba hasta que
corrí a sus brazos en una escapada extrema, pinche adrenalina que nomás nubla
los ojos, escape apenas pude y corrí cual adolescente a verlo, aunque fuera
despeinado, o malhumorado solo sea por olerlo y sentirlo. ¿Y si no se repite?,
murmuraba mi cabeza, y ¿si nomas es un coto? El caso es que fui a verlo, su
desnudez me atormenta, llevo días soñando con él y recordando su aroma.
Hablamos de cosas sin sentido,
otras más interesantes
Es… es el diablo, pensé, se disfrazó
de deseo. Pasan los días y tengo claro que esto no es algo duradero, ni si
quiera pienso en que mañana aparezca en mis sueños.
Tal vez no lo vea de nuevo, o
quizás nos encontremos en algún sitio, pero la huella de cada cual, permanece
por lo menos hasta donde llega el olvido. Este nunca está cerca, siempre está
latente en lo subjetivo del tiempo y en la indecencia de la hervidera de
sangre.
Mi pesadilla más recurrente es
dejar de tener tiempo, este año en particular ha sido lleno de momentos duros,
de alguna forma ya me acostumbré a la huella del olvido. A ese hueco soberbio
que deja el amor.
Es la insistencia de mantenerme
drogada de dopamina y de esas sustancias que solo el enamoramiento pendejo
permite a la corteza cerebral mantenerse en vilo. Mi pesadilla es dejar de
soñar en momentos, aromas, dejar de vivir pues. La tanatologa dice que debo
traer a la vida de nuevo esos pequeños terrores extremos y dejar de pelear con
ellos, hacerlos mis cercanos, al enemigo se le mantiene cerca, no lejos, se le
mira y enamora hasta que podamos enterrarle en la venganza de la sonrisa.
Brillosamente Jiz.
Tuve cáncer, soy libre de ese
monstruo, aun me faltan matar algunos otros demonios, por el momento brillare
como luciérnaga, espero el tercer ojo (y no de pescado) aparezca sin temor y
que esta luz destellante permanezca, por lo menos, hasta que mi cuerpo decida
dejar de hacerlo.
Gracias, a ti por irte, a ti por
llegar, a ti por permanecer y a ti por hacerme sonreír.