Hueco.
A veces los sonidos entran en espacios muy delimitados y se
crean ecos, voces constantes que rebotando entre rocas llenas de dolor nos
dejan sollozos en los ojos, gotas de agua salada que nos cobijan y a veces, nos
ayudan a salvarnos de nosotros mismos.
Esto va por ti.
Celia.
Cuando era una niña, me sentaba en sus piernas y me cobijaba
entre sus faldas, a cada uno de sus nietos protegió y cuido con cariño, me
peinaba con paciencia y desenredaba mis cabellos necios, me contaba historias,
cantaba y bailábamos juntas, cuido de mí y de mis hermanos, hasta que el tiempo
pasó lo suficiente como para regresar al pueblo.
Tenía como 80 años y también cáncer, regreso a la Ciudad y
ya no había mucho por hacer, metástasis, el cáncer llego a todos lados, vomitó
tanto que la sangre corría en el piso y su dolor era incesante, la morfina no
hacia efecto y ya pasaba dormida entre lamentos días enteros. El mejor consejo
fue: llévenla a su casa.
No paso mucho tiempo, cuando mi mamá iba en camino con mis
hermanos y ella había ya partido. Esa noche fue la más larga para mí. Hasta el
otro día llegue, y ahí estaba el féretro lleno de flores a su alrededor, los
huapangueros tocando incansables, afuera velas y focos encendidos, llegaban mares
de personas a despedirla. Yo no pude.
Entre aguardiente y son llego al panteón. Y de nuevo no pude
decir adiós.
Hoy 36 años más tarde, te digo gracias, lamento no haber
podido darte un abrazo y besarte una última vez, te he extrañado profundamente aun
cuando sé, estas sin estar, cada que te he necesitado. Gracias Celia, por haber
sido mi abuela, eres parte de mi linaje y sé que allá donde estas, el dolor se
disipo y sonríes y bailas y me ves y me cuidas. Honraré tu nombre y cuidaré tu
sangre que es la mía y la de mi madre y la de mi hijo, cada paso lo daré segura,
contigo en mi espalda y en mi corazón. Gracias por tu herencia huasteca, por el
olor a tierra y el orgullo de pertenecer a un linaje de mujeres fuertes y de magia
en las manos. Gracias porque, sé que tu mirada tierna se vuelve cuando el miedo
me atosiga, y mis demonios me persiguen. Gracias infinitas porque el amor que
te tengo perdura de aquí a que las estrellas colapsen.
Te amo, mil veces mil. Descansa que sé que tus brazos me
cobijan por la noche cuando tengo miedo y me susurras entre sueños que el frio
se disipará, y que ser feliz es prioridad.
Reparadora mente
Gis
Posdata 1. El ruido se fue, se volvió melodía, primero
cayeron lágrimas, luego mares y luego solo sal, de esa que adereza, pero ya no
lastima.
Posdata 2. Chamaquito hermoso, eres quien quiero que seas
hoy y mañana, y a quien dedique mis besos y mis mañanas chillonas y sonrientes.
Construyamos paraísos de esos de fantasía tan llenos de ti y de mí. Gracias por
estar y por tu paciencia, Te quiero.
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