Manejaba
Raúl, lo recuerdo porque ese día muy
emocionado presumía su credencial de elector, provenía de una familia de
campesinos migrantes, él fue el más abusado pues aprendió a leer y a escribir,
en una familia de seis hermanos es difícil decidir por quien debe ser letrado,
así que lo decidieron sus papás pues era el más inquieto.
Aprendió a
manejar cuando tenía 16 años, su padrino lo enseño porque tenía que transportar puercos y
personas de un pueblo a otro, un trabajo nada difícil para un chamaco y prácticamente
sin responsabilidad alguna. Cobraba 100
pesos y dos caguamas por viaje, lo que le significaba además de una buena peda
la recompensa de llegar al pueblo más grande y pagar por una puta de pelo pintado.
Maria y yo
salimos como a eso de las 5 de la mañana y caminamos sobre la carretera
para alcanzar a ver el camión de Raúl,
platicábamos sobre los planes a futuro; de poner firme en la casa, de tener
chamacos todos mocosos corriendo por el terreno…
Se paró la
camioneta y nos subimos, el Raúl nos enseño la credencial de elector y reía
diciendo que ahora si era un cabrón bien
hecho, en eso voltee a pasarle la caguama recién destapada y el muy pendejo
soltó el volante justo en una curva,
apenas y alcance a ver sus ojos negros con miedo, apenas y reaccionamos, cuando
quiso apretar el freno ya no se podía hacer mucho; la camioneta llena de
campesinos con sueños se iba directito a la chingada, Maria iba sentada en
medio de los dos, casi al primer impacto se desnuco, el doctor me dijo que no
me preocupara que no había sufrido, pero como no me iba a preocupar si yo había
quedado todo torcido, lleno de moretones y con un sabor agrio en la boca, al
hospital llegamos muchos medio jodidos pero bien, otros muchos ni si quiera se
enteraron, seguro iban dormidos. Raúl no llego ni mi Maria pero guarde su
credencial de elector.
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