martes, 11 de octubre de 2011

Cuentix


Manejaba Raúl, lo recuerdo  porque ese día muy emocionado presumía su credencial de elector, provenía de una familia de campesinos migrantes, él fue el más abusado pues aprendió a leer y a escribir, en una familia de seis hermanos es difícil decidir por quien debe ser letrado, así que lo decidieron sus papás pues era el más inquieto.
Aprendió a manejar cuando tenía 16 años, su padrino lo enseño  porque tenía que transportar puercos y personas de un pueblo a otro, un trabajo nada difícil para un chamaco y prácticamente sin responsabilidad alguna.  Cobraba 100 pesos y dos caguamas por viaje, lo que le significaba además de una buena peda la recompensa de llegar al pueblo más grande y pagar por una puta de pelo pintado.
Maria y yo salimos como a eso de las 5 de la mañana y caminamos sobre la carretera para  alcanzar a ver el camión de Raúl, platicábamos sobre los planes a futuro; de poner firme en la casa, de tener chamacos todos mocosos corriendo por el terreno…
Se paró la camioneta y nos subimos, el Raúl nos enseño la credencial de elector y reía diciendo que ahora si era un cabrón  bien hecho, en eso voltee a pasarle la caguama recién destapada y el muy pendejo soltó el volante justo en una  curva, apenas y alcance a ver sus ojos negros con miedo, apenas y reaccionamos, cuando quiso apretar el freno ya no se podía hacer mucho; la camioneta llena de campesinos con sueños se iba directito a la chingada, Maria iba sentada en medio de los dos, casi al primer impacto se desnuco, el doctor me dijo que no me preocupara que no había sufrido, pero como no me iba a preocupar si yo había quedado todo torcido, lleno de moretones y con un sabor agrio en la boca, al hospital llegamos muchos medio jodidos pero bien, otros muchos ni si quiera se enteraron, seguro iban dormidos. Raúl no llego ni mi Maria pero guarde su credencial de elector.




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