No se a ciencia cierta cuando comenzó
esa inquietud insana,
lo cierto es que aún hoy día lo hago
insistentemente cada mañana,
a cada oportunidad que tenga.
Primero el cosquilleo que alborota mi
cabello,
la caricia atrapada entre los muslos,
se encorva la espalda
acompañada de la sensación de ahogo,
tranquila
respiro
ya las
pupilas se dilatan
de mi boca salen un puñado de rosas;
los
pezones sonrojados,
expuestos,
jadeos...
Saboreo la humedad en los labios...
el
rezo habitual del cuerpo,
la forma en que un grito se vuelve eco,
resonancia de vida y de muerte.
Cadenciosamente Jiz
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