miércoles, 17 de julio de 2019

Ella no tiene edad, camina tan rápido como sus pies le permiten, no usa zapatos pero de tato andar desde su rancho hasta el centro ya ni los necesita.
Creció como muchas de las mujeres que crecen en el campo, nutrida de frijol con chile y a veces un huevito para acompañar sus tortillas.
Aprendió desde chica a moler maíz, a lavar su ropa con lejía y cargar a cuestas una cubeta de agua, también, tristemente, aprendió que el hombre vale mas que la mujer y se "caso" con un hombre de su comunidad quien como casi todos los hombres que crecen en el campo, aprendió a que la mujer sirve para servir y le hizo un hijo que también aprendió a que la mujer entiende a punta de chingadazos aun cuando fuera su madre.
Así pues, ella que camina mas de 5 kilómetros diarios para ir a trabajar lavando ropa le pagaron nomas $20.00 un día llego a su casa y no encontró a nadie, ni su sombra pues.
Su hijo la había dejado junto con la nuera y un nieto, quezque por que la mujer se encontró con otro macho, quezque el hijo huía por que en un arranque de enojo iba a ir a machetear a ese cabrón.
Cuando Iyari fue por vez primera al pueblo tenia tres meses y ella, la mujer sin nombre ni edad lo vio, lo acaricio y de alguna forma lo conoció.
Apenas que fuimos, paso ella de nuevo mas encorvada y con sus ojos así chiquitos como una semilla de frijol, entro a la casa y comió y bebió y si, se despidió de mi niño, le acaricio la cabeza y le dijo. "pachi, ya creciste y vas a crecer mas, nomas que ya no te voy a ver yo tengo ya compromiso con la tierra"
Iyari no entendió y solo le sonrió, ella guardo lo que quedaba en su plato y siguió su camino allá bien lejos donde su rancho queda, pero seguramente sus pasos llegaran a las estrellas, porque huella ya dejo en mi.
Entristecidamente Jiz.

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