martes, 10 de febrero de 2009

Elia.

8:30 de la noche, las calles del centro histórico, especialmente en sábado, repletas de gente en busca de diversión, en la calle de Tacuba a un lado del metro allende se encuentra uno de los lugares con mayor tradición en la ciudad, el Café de Tacuba.
Estaban ahí justamente sentadas a las afueras del metro Allende dos mujeres, una llorando con la cabeza entre las piernas y la otra con lagrimas en los ojos solo miraba, como cuando se mira la culpa. Vendían chácharas ahí en el centro de esas que traen de China, muy malas pero tambien muy baratas, de esas que le dan en la torre a lo que se hace en México, aunque con los salarios que existen quien va a pensar en lo que esta bien hecho, la gente piensa en lo que le sale barato, en lo que le ayudara a salir del momento.
Hacia algunos años que Elia había perdido su empleo, recorte de personal le dijeron, lo cierto es que aun y que vivía sola el finiquito no alcanzaba, debía pagar la luz, el gas, todo.
Y pasaron el tiempo y los años; hasta que la desesperación le gano a la ética, y decidió irse con una vecina a vender, de ambulante «torera», de eso a morirse de hambre.
Y aprendió, que incluso en la calle hay que pagar seguridad, a la policía, a los rateros y que en este país la negociación es fundamental, lo malo es que a veces la seguridad privada falla.
Ese sábado, la venta iba bien de repente llegaron los granaderos, nadie les aviso, por lo menos a ellas, llegaron corriendo y se abalanzaron a ellas entre los gritos y las ganas de recoger la mercancía «con todo y que eran microempresarias», les gano el miedo y la angustia, se guardaron el dinero como pudieron entre los pechos, cuando menos se dieron cuenta ya estaban arriba con algunos otros ambulantes, el miedo era grande nunca les había pasado antes, que iría a suceder, tan buena venta que habían tenido.
Unas calles mas adelante, se paro, pero el miedo creció y con ello la angustia y las preguntas que rondaban en sus cabezas. Cuando abrieron la puerta de la camioneta, la vecina lo único que atino a hacer es sacarse de los pechos la bolsa, los policías sorprendidos les dijeron váyanse, salieron corriendo, quien sabe cuanto tiempo había pasado, lo cierto es que ahora estaban ahí afuera del metro allende, llorando:
- ¡Como se te ocurre!, ¿ya lo buscaste bien?-
- Que si, que no es que se me haya caído, les di el dinero, me asuste-
- Que vamos a hacer, ya no tenemos ni para el pasaje-
- Piénsalo y no es mi culpa, es la culpa del gobierno «¿del empleo?»,y de esta pinche crisis, si hubiéramos encontrado trabajo…-
- Si pero no lo tenemos y levántate, que tenemos que caminar hasta la casa.-
Se limpiaron las lágrimas, tomaron sus bolsas y caminaron, debían apresurarse, porque no es fácil que dos mujeres, desempleadas y robadas puedan mantener la esperanza mucho tiempo.

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